Charla con los músicos antes de su concierto en Melkweg
Orishas es un grupo nacido en la calle. Allí es donde las raíces del son cubano hervían y se palpaban, al igual que las calles de esta fría y a veces dura Europa fueron escenario de la solidificación de su propia receta. No iban a amilanarse tan fácilmente por una gran cantidad de asistentes a su concierto, aquellos que esperaban con bastante antelación en la entrada de la antigua fábrica de leche. Su súbita cercanía incita a algún que otro osado que los saluda, ante la mirada de los atónicos que no esperaban ver a la banda tan pronto, ni mucho menos tan de cerca.
Una vez en los camerinos, y a pesar del nervio tradicional que se apodera del músico minutos antes de salir a un escenario, se prestan encantados a una charla con un par de periodistas. Roldán González es el primero en animarse. Habla con sosiego sobre música latina, con la tranquilidad del orador que domina la conversación, al fin y al cabo la música es su vida. Se muestra satisfecho, su formación ha sobrevivido a lo largo de diez años a pesar de acercarse al ignorado, durante muchos años en Cuba, género del hip-hop. Pero tras este tiempo no han abandonado esa actitud crítica que su mismo estilo les permite. No quieren hablar de Cuba, se muestran reticentes, les parece más lógico escribir a cerca de su propia realidad, la que un inmigrante se encuentra en un país que le es ajeno por completo. Pero Cuba es su origen, sus raíces. La alegría de su gente les sigue cautivando, y además no es fácil quitarse algunas capas tan al Norte. Saben que su país vive una situación especial y por eso en su recopilatorio “Antidiótico”, resumen de sus cuatro trabajos, han querido reflejar de alguna manera la expectación del país ante los cambios que se avecinan, aunque fue escrito previamente a la precipitación de los hechos.
La cara de Roldán se ilumina al recordar su infancia, calificándola de feliz. La conversación comienza a relajarse, tornándose más humana. El músico no deja pasar por alto lo que considera una enfermedad en otros países latinos. Ha viajado mucho y conoce la peligrosidad de esas calles que tan bien le acogieron. Pero eso no ocurre en Cuba. Tampoco los raperos se inspiran en grandes asaltos a supermercados o guerras urbanas como hacen un poco más al norte. El rap bebe en la isla de otras fuentes. También los premios para Roldán son algo agridulces: por un lado la satisfacción de saber que dos GRAMMY les avalan. Por el otro la incomprensible manía de poner barreras, en este caso lingüísticas, ante lo que considera una discriminación en cierta manera; “¿Por qué no hay GRAMMY africanos?” se pregunta.
El bullicio de gente no interrumpe lo que podría ser una charla amistosa en cualquier otro contexto, a pesar de la cercanía del concierto. Yotuel Romero se concentra y reserva toda su energía para los asistentes, cuyos gritos comienzan a oírse, tendido en el sofá. Hiram Riveri, Ruzzo, interesado por hablar del rap en la isla, me cuenta que poco a poco se dan más cabida a festivales dedicados a esté estilo musical, cosa que hace unos años era impensable, cuando se le conocía popularmente como “la música del enemigo”. La banda deja a la prensa para comenzar el show. Desde el escenario, la fuerza que emanan me hace cuestionarme si eran esos mismos jóvenes quienes evocaban minutos antes la sonrisa de su pueblo cubano. El público, una igualada mezcla de representación latina y holandesa, respondía sin complejos a sus demandas. La sonrisa aparecía de nuevo, esta vez más deslumbrante que nunca. No sabían que aún les esperaba en el camerino algo que la mantendría otro ratito :-p
Para los más impacientes: Aquí el audio de la charla mantenida con la banda momentos antes, y después del concierto, donde hablamos de varios temas. Un grupo con ideas que les hacen crecer más.